Una pequeña parte del hueso se transforma en polvo y se pone dentro de una esfera de cristal, que se hace de diferente tamaño según la edad del fallecido. Su nombre y los años de vida están grabados en la superficie de la bola.
Con un desplazamiento de la urna y la luz, el polvo se fortalece simulando una estructura de anti-gravedad.
La luz que brilla a través de la urna, en un espacio poético, nos recuerda que hay otro mundo para ser observado y cuidado.
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